sábado, 11 de enero de 2014

EL PATRIARCA DE LA SUDÁFRICA LIBRE.


«Siempre he atesorado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que las personas puedan vivir juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal para el que he vivido. Es un ideal por el que espero vivir, y si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir». Lo dijo en 1961 ante un tribunal que lo juzgaba por alta traición. Y fue 27 años a la cárcel por ello. Afortunadamente, no tuvo que morir por estas ideas.
 
El nombre de Nelson Rolihlahla Mandela va ligado indisolublemente al de la Sudáfrica postcolonial. Educado para ser un líder en su poblado en el Transkei, salió de su aldea para revolucionar todo un país. Su rebeldía se empezó a manifestar en su época como bachiller, para radicalizarse desde 1948, año en que la discriminación y segregación se oficializa. La cárcel forjará su símbolo. 27 años tras los barrotes de un sistema político que se ahogó en el propio presidio de Mandela.
Si hay un personaje en la Historia que ha dejado huella por su palabra y su discurso, ese es Nelson Mandela. Siempre valiente, sencillo, humilde, sincero, generoso con sus enemigos y muy crítico consigo mismo.
Las palabras del líder constituyen su mejor legado, dibujan la personalidad de uno de los líderes más carismáticos del siglo XX y dan testimonio de una época. 'Mandela por sí mismo' (Editorial Plataforma) recopila declaraciones extraídas de discursos, entrevistas, extractos de diarios personales y cartas que Mandela escribió a lo largo de su vida, muchas de ellas dentro de los muros de Robben Island, donde permaneció encarcelado casi tres décadas por su compromiso antirracial. Su lucha y la de su pueblo no se olvidarán nunca: «En la Historia de la Humanidad permanecerá para siempre una mancha imborrable que recordará que el crimen del Apartheid realmente tuvo lugar», dijo Mandela en 1990.
El discurso del ex presidente sudafricano, el primero elegido democráticamente en Sudáfrica y que compartió el Nobel de la Paz con De Klerk, revela no sólo su pensamiento e ideología, sino también cómo aprendió la importancia del esfuerzo colectivo durante su infancia en Qunu, su juventud, los inicios de su lucha, los años de prisión, la soledad de un líder siempre dispuesto a escuchar a amigos y enemigos; la soledad de un hombre que tuvo que separarse de su familia y vivir como un proscrito en su propia tierra.

La autobiografía del fallecido líder sudafricano, El largo camino hacia la libertad, nos deja algunas enseñanzas, en las que uno mismo debemos reflexionar:
Se venció a sí mismo. Esta debe ser la primera victoria de un líder. No puede presidir a otros quien no es presidente de sí mismo. Mandela era, antes que nada, jefe de sí mismo. Y esto se reflejaba hasta en los menores detalles. En una ocasión, un funcionario de la cárcel logró hacerlo salir de sus casillas con comentarios ofensivos sobre su mujer, Winnie. Mandela reflexionó luego: "Aunque había callado a Prins, me había hecho perder el control y para mí aquello había sido una derrota frente al enemigo". Pero también tuvo que vencer otra tendencia muy humana, la de buscar la gloria y el reconocimiento inmediatos. "Como líder–escribe Mandela-, a veces es necesario emprender acciones (...) cuyos resultados no serán conocidos hasta transcurridos varios años. Hay victorias cuya gloria sólo se encuentra en el hecho de que solamente las conocen aquellos que las han hecho posibles". Algo que, acota, es especialmente cierto en la cárcel, "donde hay que buscar consuelo en la fidelidad a los propios ideales, aunque sólo uno mismo lo sepa". Pensemos que durante la mayor parte de sus largos años de encierro (27 en total), la victoria de su causa no era evidente. Por el contrario, hubo largas etapas de oscuridad, de reveses, en las cuales sentirse derrotado es lo más frecuente. Esa soledad, y mantenerse fuerte en el diálogo con uno mismo, es el mayor desafío de un líder.
Generosidad en la victoria. Otra gran lección que da Mandela. Desde temprano adoptó la modalidad de vencer pero no humillar. "En las discusiones nunca sirve de nada adoptar una actitud de superioridad moral sobre el oponente", reflexionaba ya al comienzo de su militancia. Y así actuó el resto de su vida. Cuando sus enemigos –los representantes del régimen de apartheid- finalmente debieron negociar con él una salida política, Mandela les tendió la mano, buscó la reconciliación y hasta compartió el poder con ellos. Además, no sólo no se plegó jamás al racismo antiblanco y al espíritu de venganza, sino que combatió esas tendencias dentro de sus propias filas.
El hombre vence al sistema. Mandela no luchó solo, pero fue su tenacidad la que, pese a los largos años de encierro, lo convirtió en símbolo de la lucha contra el apartheid y en interlocutor obligado del régimen. En el año 1976, fue tentado por primera vez con la libertad a cambio del sometimiento. Le ofrecieron concretamente retirarse con su familia a su aldea natal, a cambio de la renuncia a la lucha. Desde entonces, se sucedieron muchas tentaciones por el estilo. Él las rechazó todas, a pesar de su durísima situación. Esa negativa, esa voluntad de hierro de un solo luchador, abrió fisuras irreparables en el régimen. Un solo hombre puede contra el sistema.
Sus palabras son ejemplo y fuente de inspiración para cualquier individuo o sociedad. «No acostumbro a usar las palabras a la ligera. Si 27 años en prisión nos han enseñado algo, ha sido llegar a entender desde el silencio de la soledad hasta qué punto las palabras son preciosas y hasta qué punto el lenguaje verdadero tiene su impacto en la forma en que la gente vive y muere».
 
Chari.
Fuentes:

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