«Siempre
he atesorado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que las
personas puedan vivir juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un
ideal para el que he vivido. Es un ideal por el que espero vivir, y si es
necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir». Lo dijo en 1961
ante un tribunal que lo juzgaba por alta traición. Y fue 27 años a la cárcel por ello. Afortunadamente, no tuvo que morir por
estas ideas.
Si hay un personaje en la Historia que ha dejado
huella por su palabra y su discurso, ese es Nelson Mandela.
Siempre valiente, sencillo, humilde, sincero, generoso con sus enemigos y
muy crítico consigo mismo.
Las palabras del líder constituyen su mejor legado,
dibujan la personalidad de uno de los líderes más carismáticos del siglo XX y
dan testimonio de una época. 'Mandela por sí mismo' (Editorial Plataforma)
recopila declaraciones extraídas de discursos, entrevistas, extractos de
diarios personales y cartas que Mandela escribió a lo largo de su vida, muchas
de ellas dentro de los muros de Robben
Island, donde permaneció encarcelado casi tres décadas por su compromiso
antirracial. Su lucha y la de su pueblo no se olvidarán nunca: «En la Historia de la Humanidad permanecerá
para siempre una mancha imborrable
que recordará que el crimen del
Apartheid realmente tuvo lugar», dijo Mandela en 1990.
El discurso del ex presidente sudafricano, el primero
elegido democráticamente en Sudáfrica y que compartió el Nobel de la Paz con De
Klerk, revela no sólo su pensamiento e ideología, sino también cómo aprendió la
importancia del esfuerzo colectivo durante su infancia en Qunu, su
juventud, los inicios de su lucha, los años de prisión, la soledad de un
líder siempre dispuesto a escuchar a amigos y enemigos; la soledad de un
hombre que tuvo que separarse de su familia y vivir como un proscrito en su
propia tierra.
Se venció a sí mismo. Esta debe ser la primera victoria de un líder. No puede
presidir a otros quien no es presidente de sí mismo. Mandela era, antes que
nada, jefe de sí mismo. Y esto se reflejaba hasta en los menores detalles. En
una ocasión, un funcionario de la cárcel logró hacerlo salir de sus casillas
con comentarios ofensivos sobre su mujer, Winnie. Mandela reflexionó luego: "Aunque había callado a Prins, me había
hecho perder el control y para mí aquello había sido una derrota frente al enemigo". Pero también tuvo
que vencer otra tendencia muy humana, la de buscar la gloria y el reconocimiento
inmediatos. "Como líder–escribe Mandela-, a veces es necesario emprender
acciones (...) cuyos resultados no
serán conocidos hasta transcurridos varios años. Hay victorias cuya
gloria sólo se encuentra en el hecho de que solamente las conocen aquellos que las han hecho posibles".
Algo que, acota, es especialmente cierto en la cárcel, "donde hay que
buscar consuelo en la fidelidad a los propios ideales, aunque sólo uno mismo lo
sepa". Pensemos que durante la mayor parte de sus largos años de encierro
(27 en total), la victoria de su causa no era evidente. Por el contrario, hubo
largas etapas de oscuridad, de reveses, en las cuales sentirse derrotado es lo
más frecuente. Esa soledad, y mantenerse fuerte en el diálogo con uno mismo, es
el mayor desafío de un líder.
Generosidad en la
victoria. Otra gran lección que da Mandela. Desde temprano
adoptó la modalidad de vencer pero no
humillar. "En las discusiones
nunca sirve de nada adoptar una actitud de superioridad moral sobre el
oponente", reflexionaba ya al comienzo de su militancia. Y así actuó
el resto de su vida. Cuando sus enemigos –los representantes del régimen de
apartheid- finalmente debieron negociar con él una salida política, Mandela les
tendió la mano, buscó la reconciliación y hasta compartió el poder con ellos. Además, no sólo no se plegó
jamás al racismo antiblanco y al espíritu de venganza, sino que combatió esas
tendencias dentro de sus propias filas.
El hombre vence al
sistema. Mandela no luchó solo, pero fue su tenacidad la
que, pese a los largos años de encierro, lo convirtió en símbolo de la lucha
contra el apartheid y en interlocutor obligado del régimen. En el año 1976, fue
tentado por primera vez con la libertad a cambio del sometimiento. Le
ofrecieron concretamente retirarse con su familia a su aldea natal, a cambio de
la renuncia a la lucha. Desde entonces, se sucedieron muchas tentaciones por el
estilo. Él las rechazó todas, a pesar de su durísima situación. Esa negativa, esa
voluntad de hierro de un solo luchador, abrió fisuras irreparables en el
régimen. Un solo hombre puede contra el sistema.
Sus palabras son ejemplo y fuente de inspiración para
cualquier individuo o sociedad. «No
acostumbro a usar las palabras a la ligera. Si 27 años en prisión nos han
enseñado algo, ha sido llegar a
entender desde el silencio de la soledad hasta qué punto las palabras
son preciosas y hasta qué punto el lenguaje verdadero tiene su impacto en la
forma en que la gente vive y muere».
Chari.
Fuentes:
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